La iridotomía es reconocida como uno de los tratamientos más efectivos para el glaucoma agudo por cierre angular, una condición que se manifiesta cuando el drenaje del humor acuoso se bloquea abruptamente debido a un estrechamiento repentino en el ángulo formado entre el iris y la córnea. En esta situación, el líquido intraocular se acumula, provocando un aumento rápido de la presión intraocular que puede resultar en daño al nervio óptico, siendo esta la principal causa de pérdida de visión por glaucoma. Aunque este tipo de glaucoma agudo es poco frecuente, es una emergencia médica que requiere tratamiento inmediato.
Además de su aplicación en casos de glaucoma agudo, la iridotomía láser también puede utilizarse para corregir la configuración anormal del iris en situaciones como el síndrome de dispersión pigmentaria. Este síndrome se caracteriza por el arqueamiento hacia atrás del iris, lo que provoca un roce contra el cristalino y la liberación excesiva de pigmento. En estos casos, la iridotomía láser se recomienda para restaurar la configuración normal del iris y prevenir complicaciones asociadas con la dispersión de pigmentos.
Después de una iridotomía, es posible experimentar algunas molestias en las primeras horas, pero la recuperación es generalmente inmediata. Aunque el procedimiento no limita las actividades diarias, se recomienda evitar conducir durante las primeras 24 horas. En casos excepcionales, puede haber pérdida de visión después de la iridotomía, lo que podría requerir intervenciones adicionales.
La efectividad de la iridotomía en la prevención del glaucoma agudo y la detención de ataques establecidos se acerca al 100%. Los resultados suelen notarse entre 24 y 72 horas después de la intervención. Es importante destacar que, hasta el momento, no existe un tratamiento que permita recuperar la visión perdida. En algunos casos de glaucoma, puede ser necesario implementar medidas adicionales para controlar adecuadamente la enfermedad y garantizar la salud ocular a largo plazo.